Después de tantos años, la idea de volver a illa de ons camping me llenaba de una mezcla de nostalgia y expectación. Mis recuerdos de aquel lugar eran de juventud, de libertad y de una conexión pura con la naturaleza. Han pasado muchas primaveras desde la última vez que monté mi tienda de campaña en ese rincón del Parque Nacional Marítimo-Terrestre, y me preguntaba cuánto habría cambiado, o si la esencia que tanto me cautivó seguiría intacta.
El viaje en barco desde Bueu fue el mismo, pero esta vez lo vivía con la perspectiva de los años. Las gaviotas seguían sobrevolando la embarcación y el aire salado me envolvía, trayéndome ráfagas de memorias. Al desembarcar en el muelle, el aroma a pino y mar me confirmó que, al menos en su espíritu, Ons seguía siendo el mismo. El camino hacia el camping, aunque algo más señalizado, conservaba esa tierra compacta y esa vegetación salvaje que recordaba.
Lo primero que noté al llegar al camping fue la mejora en las instalaciones. Las tiendas de campaña ahora tienen una zona más organizada y los servicios, aunque básicos, estaban más cuidados. Sin embargo, lo que realmente me importaba, la sensación de estar en plena naturaleza, seguía siendo palpable. Elegí un lugar para mi tienda que me ofreciera un poco de privacidad, rodeado de árboles y con el murmullo del mar a lo lejos.
Mis días transcurrieron entre caminatas por los senderos que ya conocía, como el que lleva al faro o a la famosa Praia de Melide, y descubriendo otros nuevos. La belleza de la isla sigue siendo sobrecogedora: los acantilados imponentes, las calas escondidas y esas aguas cristalinas que invitan al baño a pesar de su temperatura. El ambiente en el camping es especial; la gente que lo elige busca la misma desconexión y tranquilidad que yo, creando una comunidad efímera pero muy cercana. Las noches, con ese cielo estrellado sin apenas contaminación lumínica, seguían siendo uno de mis momentos favoritos, recordándome la inmensidad del universo.
Volver al Camping Illa de Ons no fue solo un viaje físico, sino también emocional. Me di cuenta de que, aunque el tiempo pasa y algunas cosas evolucionan, la esencia de los lugares que nos marcan permanece. La isla de Ons sigue siendo ese refugio donde puedo reconectar conmigo mismo, con la naturaleza y con esos recuerdos de juventud que, ahora, se mezclan con nuevas experiencias. Ha sido un reencuentro maravilloso, y estoy seguro de que no pasarán tantos años hasta mi próxima visita.