Para el siguiente lustro, el treinta por ciento de la sociedad española estará formada por ancianos. Este envejecimiento poblacional beneficiará a sectores existentes (salud, nutrición, ocio, etc.) y a otros nuevos como la teleasistencia, cuyos servicios y productos crecen en demanda y popularidad. De ahí que tecnologías como el collar y el brazalete para mayores o el reloj de teleasistencia estén en su apogeo.
Los servicios y tecnologías de teleasistencia ofrecen un seguimiento completo y personalizado de la persona que, por su estado o condición, necesita atenciones especiales o una vigilancia más exhaustiva que el resto de la población. Esto incluye no solo a adultos mayores, sino también a embarazadas y colectivos dependientes.
Así, las personas de la tercera edad utilizan este tipo de smarwatches, móviles, pulseras, etcétera, para conservar su movilidad e independencia, sin exponerse a riesgos para su salud y bienestar. Estos dispositivos se clasifican en dos grupos, a saber: los activos (el usuario acciona por sí mismo un botón de ayuda en caso de accidente) y los pasivos (el dispositivo detecta, a través de sus sensores, si el usuario están en peligro y efectúa una llamada automática de emergencia).
Ahondando más en sus beneficios, las tecnologías y servicios de teleasistencia ayudan a combatir la soledad, considerada ampliamente como la ‘epidemia’ de nuestro siglo. Al conservar su autonomía, el anciano disfruta de más oportunidades de socializar, siguiendo sus rutinas y actividades habituales que le permiten sentirse útil y realizado.
Además, tanto la persona mayor como sus allegados ganan en tranquilidad, pues cualquier eventualidad (pérdida, caída, accidentes viales, intoxicaciones, etcétera) será rápidamente atendida por los servicios de emergencia, de forma que el usuario nunca quede desamparado. Al prescindir de cuidadores y otros profesionales, se economizan gastos que, para ciertas familias, suponen una carga financiera muy difícil de asumir.