Cuando elegí hacer mis prácticas de dermatologia medica quirurgica en Vigo, buscaba algo más que cumplir con un requisito académico. Buscaba el pulso real de un hospital, la adrenalina del quirófano y la humanidad del trato con el paciente. Hoy, a mitad de camino, puedo decir que lo he encontrado con creces entre los pasillos del Hospital Álvaro Cunqueiro, un gigante que se ha convertido en mi segunda casa y mi más exigente maestro.
Cada mañana comienza antes de que la ciudad despierte del todo, con el ritual de enfundarme en el pijama verde que para mí significa mucho más que un uniforme. Es una declaración de intenciones, un compromiso. Las primeras horas son un torbellino de pasar visita a los pacientes ingresados, actualizar historias clínicas y preparar todo para las cirugías del día. Recuerdo el temblor de mis manos la primera vez que me dejaron suturar; una sensación que mezclaba el pánico escénico con una concentración absoluta. Esa pequeña herida representaba un mundo de confianza depositada en mí.
Los días en el bloque quirúrgico son una inmersión total. Estar de pie durante horas, observando con atención cada movimiento del cirujano, aprendiendo la anatomía no en los libros, sino en la realidad tridimensional del cuerpo humano, es una experiencia que ninguna clase magistral puede igualar. Desde apendicectomías que se consideran de rutina hasta intervenciones complejas que mantienen a todo el equipo en vilo, cada operación es una lección imborrable. Los cirujanos y residentes, con su paciencia infinita y sus preguntas a quemarropa, me empujan constantemente a ir más allá de lo que creía saber.
Pero no todo es técnica y ciencia. Lo que más me está marcando es el contacto humano. Hablar con los pacientes antes de una operación, tratar de calmar sus miedos, o ver su alivio al despertar, le da un sentido profundo a las largas jornadas. Vigo, con su carácter abierto y a la vez tenaz, se refleja en sus gentes. Aprender a comunicar malas noticias con empatía o a compartir una alegría postoperatoria es, sin duda, la parte más difícil y gratificante de esta formación. Mis manos aún son inexpertas, pero aquí, en el corazón sanitario de Vigo, están aprendiendo no solo a cortar y coser, sino, sobre todo, a cuidar.