Aunque muchos crean que las construcciones y reformas Vilanova son solo cosa de arquitectos serios con gafas de pasta y metros colgando del cinturón, la realidad es que detrás de cada pared levantada y cada suelo colocado hay historias de sueños, de ideas locas que terminan convertidas en realidad gracias a la magia de un buen equipo profesional. Y digo magia porque a veces no se me ocurre otra palabra para describir cómo un piso de los años 60, con su gotelé naranja y sus baldosas marrones, se transforma en un espacio minimalista, diáfano y luminoso digno de un catálogo de decoración nórdica.
La clave está en la planificación. Porque no hay nada peor que empezar una reforma sin planos claros, sin mediciones exactas y sin saber si el tabique que quieres tirar es de carga. Sí, esa palabra mágica que, cuando la escuchas, te hace replantearte si de verdad querías una cocina abierta o si puedes vivir con la pared donde está. Y ahí entra el papel del constructor experimentado, ese que al mirar el plano ve lo que tú no ves: bajantes imposibles de mover, vigas maestras que sostienen todo el edificio y cables eléctricos que parece que los instaló un artista abstracto.
La elección de materiales es otro mundo apasionante. Muchos clientes llegan pensando que quieren microcemento porque lo vieron en Pinterest, hasta que descubren que necesita mantenimiento, sellado y no es barato. Otros sueñan con tarima de roble macizo hasta que ven el presupuesto y aterrizan en la realidad con un suelo laminado de alta calidad que, para qué engañarnos, es más práctico con niños y perros. Y ahí es donde un buen profesional sabe aconsejar sin imponer, guiando al cliente para que su casa sea bonita, sí, pero también funcional y acorde a su presupuesto.
Hablemos también de los imprevistos, esos amigos inseparables de toda obra. Porque si algo he aprendido escribiendo sobre construcciones y reformas Vilanova es que siempre aparece algo que no estaba en los planos: una tubería antigua que revienta al tocarla, un falso techo que esconde cables eléctricos en condiciones que harían llorar a cualquier técnico, o un suelo que, al levantar la baldosa, descubre que no hay ni capa de mortero. Son esos momentos en los que agradeces haber contratado a un equipo profesional que no entra en pánico y busca soluciones rápidas y seguras.
Lo mejor de todo es cuando llega el día de ver la obra terminada. Entrar en un salón recién pintado, con sus rodapiés nuevos, su iluminación empotrada regulable y esas ventanas de PVC que no dejan pasar ni el viento del norte, es como entrar en una casa nueva. Y ahí, cuando el cliente sonríe, el equipo de construcción siente que ha cumplido su misión: transformar un espacio y, con él, transformar un poco la vida de quien lo habita.